Que a este pobre cura párroco de un pequeño pueblo de Toledo lo cesen de su cargo cuando lo único que hacía era entregarse en cuerpo y alma a su parroquia y alrededores, no me parece muy caritativo por parte de la curia.
El pobre cura, cepillar, cepillaba divinamente; cepillaba el cepillo de la iglesia, cepillaba a las feligresas y feligreses, y no gustaba de la violencia del sado, amaba al prójimo como a él mismo siguiendo el mandamiento divino.
La fotografía es enternecedora, posando en plena sacristía o en su casa consistorial, con un humilde calzoncillo pryca, metiendo barriga como mandan los canones del erotismo elemental y luciendo una aseada barba e intelectuales gafas que le dan un aire de docto pater. Que mejor instrumento para hacer tocar el cielo que 15 cm de sacerdote, todo por la módica cantidad de cien euros.
Montemos una mesa petitoria para que le den una parroquia en condiciones, con una colecta como dios manda y unos fieles más receptivos.